martes, 4 de septiembre de 2007

Reportaje a Sergio Ibáñez por Sandra Pien

Es de la generación de aquellos que después del colegio, desde la hora de la leche y hasta la hora de la cena, dibujaban y dibujaban. De la época en que el dibujo y el potrero iban juntos de la mano en los chicos. Tan natural para Sergio Ibáñez es dibujar.

Y dibuja de todo, hace historieta y humor gráfico. Algunos sostienen seriamente que a un diario “hay que entrarle” por atrás para verdaderamente leerlo. Es decir, comenzando de atrás para adelante, primero leer y disfrutar de la página de los chistes, que son los que expresan sin tapujos la realidad, con humor e ironía. Veamos por ejemplo, el diario La Nación. Desde su así titulada Ultima página entramos a lo que por costumbre se denomina “la página de los chistes”. Ahí, bien arriba, desde hace once años está presente el cuadrito de humor de Sergio Ibáñez titulado Metahumorfosis. También es profesor en Letras, recibido en el Mariano Acosta, aunque ya no ejerce. Durante años fue uno de los dibujantes del plantel de la editorial Columba, aquélla que precisamente publicaba las historietas que él leía de chico, que llegó a tener un tiraje semanal de más de cien mil ejemplares.
Ibáñez es un tipo de barrio; buen tipo se lo ve, muy porteño, recién entrado en la cuarentena, influido por el rock y la historieta. Para hacerle honor al barrio, dialogamos en la tradicional confitería Las Violetas, de Rivadavia y Medrano; con el fondo de sus bellos vitreaux.

-Contame, ¿por qué la historieta?

-Mirá, no te lo puedo explicar porque fue algo absolutamente natural; no recuerdo ni el día que descubrí la historieta. Cuando mi viejo traía el diario, yo leía las tiras, y junto con el diario comenzó también a traer El Tony y D´Artagnan, que en ese momento estaban en casi todos los hogares. Y me acostumbré a leer historietas, desde los 6 años; a partir de allí nunca la abandoné.

-Pero hay un proceso diferente en cuanto a leer historietas y elegir la profesión de dibujante, ¿la elegiste o ella te eligió a vos?

-No sé, porque a dibujar también empecé desde muy chico, recuerdo que hice una historieta en el jardín de infantes. Y nunca corté ese lazo en ambos casos; nunca dejé de leer historietas y nunca dejé de dibujar, desde chico. A los diez u once años empecé a estudiar dibujo, en las academias Pitman. Ya estando en la secundaria, empecé a conocer el mundo editorial, a saber que se puede laburar de eso, que se vive de eso... aunque no sé si ahora se vive de eso; en esa época, sí. Y bueno, a veces esas cosas que se cruzan en la vida; mi segundo profesor en la Pitman era un tipo muy capo, que fue profesor de dibujantes muy importantes; se llamaba Julio Jáuregui y fue profesor de García Seijas y de Zaffino.

-¿Cómo mezclaste historieta y literatura?

-Creo que la historieta es un muy buen vehículo para acercarse a la literatura. Pero es diferente de la literatura, porque ya a esta altura tiene contenido y características bien propias. Lo paradójico es que lamentablemente cuando acá nos damos cuenta de eso, no tenemos más industria de la historieta, no hay más publicaciones. Vos vas al kiosco y no hay historietas argentinas; podés comprar manga japonés, comics norteamericanos, pero no nacionales. Porque, claro, leer en su momento a Oesterheld era como leer a Bioy Casares, sino más, por la enorme influencia masiva de la historieta.

-¿Cómo fueron tus inicios?

-Comencé laburando con Jorge Zaffino, ayudándolo en sus entregas para Columba. Estuve a su lado dos o tres años, aprendí con él muchísimo, y después me largué solo. Luego tomé contacto y comencé a colaborar con un editor que acá sacaba las revistas Skorpio y Tit Bits, que fue y es mi conexión con Italia, y sigo aún trabajando con él. Lo que hago en historieta hoy lo vendo en Italia. Te digo que es sorprendente, estuve allí en 2002, los kioscos tienen un tercio de revistas de historietas italianas, porque ahí está vivo el género; y hay un sector importante de historietas argentinas. Esa es nuestra mayor paradoja. Lo extraño es que sigue funcionando como historieta argentina que se vende afuera, no es que nos amoldemos al gusto francés o al italiano; no, hacemos historieta argentina. No nos adaptamos, seguimos haciendo lo nuestro y eso tiene mercado.

-¿Y en Columba?

-Allí empecé muy rápido a hacer series. Con el primer guionista que trabajé fue con Jorge Morhain, hicimos una serie con personajes norteamericanos; luego con Ricardo Ferrari hice Dimitri, un zar ruso, y después trabajé con todos. Con Armando Fernández hice varias series: El imperio de las tinieblas, XX; después heredé muchas series históricas de Columba, como El Cosaco, Wolf y hasta Nippur de Lagash; fui el último dibujante de Nippur.

-De leerla a ser el dibujante, ¡qué bueno!

Sí, fue rarísimo, y fantástico. Porque Nippur en cierta forma es el ícono de Columba, además de una historieta maravillosa; sus primeros cinco años son de antología. Nos marcó a toda una generación, estaban escritos por Robin Wood, que sin duda fue el heredero de Oesterheld; no es que fuese una línea directa, pero en la historieta argentina es su continuador.

-¿Podemos hablar de una identidad propia de la historieta argentina?

-Sí, tiene una identidad muy especial, definida por la humanidad del personaje, las reflexiones del personaje. Podríamos decir que en Oesterheld los héroes son más comunitarios, siempre hay sociedades de personajes; en cambio Robin Wood tenía protagonistas más solitarios. Sí, nuestra historieta tiene sello propio, sin duda. Porque si bien tenemos una larga trayectoria, casi 100 años, Oesterheld fue quien por cierto la definió, la marcó. Podemos decir que fue un hito, hay un antes y un después de Oesterheld en la historieta, la caracterizó definitivamente como argentina. Justamente, ahora estoy participando en un homenaje que se le está realizando en la Biblioteca Nacional (ver recuadro a la izq.), algo interesantísimo, porque además de los trabajos de Oesterheld, los organizadores nos pidieron a los dibujantes que hiciéramos tapas de Hora Cero, la mítica revista de historietas de los ´50, que fue el comienzo real de una línea propia


REPORTAJE DE SANDRA PIEN

JEFA DE SECCION CULTURA DE LA REVISTA SOLDADOS. LICENCIADA EN LETRAS POR LA UBA. GENTILEZA REVISTA SOLDADOS NUMERO 136/ JULIO/AGOSTO 2007

Ibáñez por Ibáñez

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